miércoles, 2 de marzo de 2011

La antigua Villa de los Cinco Señores


POR SERGIO ROJAS (REVISTA NOSOTROS)

Sentir los rayos del Sol en todo su esplendor durante el verano y contemplar el cielo azul desde calles ásperas y terregosas, enmarcadas por viejas casonas de adobe cuyas paredes se tiñeron con el tiempo de melancolía, es síntoma de hallarse en Nazas, en el estado de Durango, y de disfrutar inmejorable estado de ánimo porque esa población, además de que huele a azahares, orégano y aromas de nogal, durazno, higo y membrillo, dependiendo de la época del año, tiene gente noble, franca y sincera que se reconoce en su historia para enfrentar los desafíos del futuro.

Al igual que en todas partes, aquí también la subsistencia exige denodado vigor de sus pobladores para vencer las adversidades y seguir adelante, con la firme determinación de que se le debe sonreír a la vida por ingrata que en ocasiones esta parezca. Porque la de Nazas es gente con iniciativa, de estirpe norteña que, como dice Salvador García Reynoso, Chavita, no se rinde ni se dobla… «Aveces nos quejamos, sí, pero nomás tantito».

Nieto de don Leonides Reynoso, próspero comerciante que murió en la década de los 60 del siglo pasado, Chava dejó hace como 15 años la conducción de un noticiero matutino en el Canal 2 de Torreón, Coahuila, para regresarse a su casa ubicada en el paraje de La Cuesta, a orillas del Padre Nazas (como respetuosamente le llama la gente de la Comarca Lagunera al río que con sus aguas riega las fértiles tierras de la región), y dedicarse de lleno a la producción de la nuez y a la confección de productos derivados de esa exquisita almendra.


Nazas es un oasis en el desierto norteño. Fue fundada por los jesuitas en el siglo XVI como la Misión de los Cinco Señores, sobre el antiguo Camino Real de Tierra Adentro (que iba de la Ciudad de México a Santa Fe, en lo que ahora es el estado de Nuevo México en Estados Unidos), sobre la margen derecha del caudaloso Río Nazas. El nombre proviene de una antigua trampa de pesca hecha de pita o fibras de agave por los primitivos habitantes del lugar, de forma cilíndrica de aproximadamente 90 centímetros de altura y 30 de diámetro, que en su base tiene una apertura cónica con puntas convergentes, de forma tal que el pez pueda entrar pero ya no salir debido a sus puntas afiladas. La cesta era amarrada con un cordel a un árbol a la orilla del río, y cuando se llenaba de pescados estos eran sacados por una puerta ubicada en la parte superior.

En el mes de julio pasado, por cierto, Valdo Nava, Presidente Municipal de Nazas, le obsequió una nasa (como la de la fotografía) al periodista Pedro Ferríz de Con. Resulta que en uno de los continuos viajes de Pedro a la Comarca Lagunera, el edil de Torreón solamente le mostró una nasa pequeñita (de esas que son elaboradas como souvenir) al acucioso comunicador, quien a su regreso al Distrito Federal comentó la anécdota en su noticiario, y fue entonces cuando Valdo pensó en obsequiarle una, y como en esos días yo me encontraba de vacaciones en Nazas, me pidió que se la trajese a Pedro con la cordial invitación para que en su siguiente viaje a La Laguna visitara la población que también es conocida como la capital de la nuez en México.


Aquí nació el célebre pianista y compositor Ricardo Castro Herrera (7 de febrero de 1864), considerado como el «último romántico del Porfiriato», a quien Justo Sierra designó como director del Conservatorio Nacional de Música, y cuya obra más famosa es el vals Capricho. También aquí Benito Juárez en 1864, pero en el mes de septiembre, estableció temporalmente el Gobierno de la República. Más tarde siguió su peregrinar a San Pedro del Gallo y, después, a Paso del Norte, pero al triunfo de la República sobre el Imperio y la invasión francesa, en diciembre de 1866 Juárez estuvo de nueva cuenta en la Villa de los Cinco Señores.

Y se podría saber más acerca de Nazas de no ser porque un día, a finales de la década de los 60 del siglo pasado, un negligente funcionario de medio pelo del gobierno del estado perdió una monografía que le había llevado años escribir a don Ciriaco Ríos (ya fallecido). Luego don Medardo Castro, otro distinguido vecino de Nazas, se la pasó años recopilando información histórica del lugar y recogiendo testimonios orales de la gente, así como un interesante acervo bibliográfico y fotográfico para que, a su muerte, todo se perdiera por ignorancia supina de aprovechado beneficiario que de ni del pueblo es.


Nazas es un sitio idóneo que se debe visitar cuando como citadinos hay que hacer una pausa en el diario trajín, su clima y vegetación son propicios para el relax y la oxigenación de pulmones en largas caminatas por la Alameda (aunque ya no existe aquella famosa Veguita digna de un set cinematográfico por los álamos, sauces y sabinos que tenía y que algunos no supieron cuidar), o por la ribera del Padre Nazas, desde La Cuesta hasta el Picacho y, por qué no, hasta La Flor.

«El potencial turístico que el municipio de Nazas tiene debe ser aprovechado por toda la comunidad», dice Chava Reynoso, como le dicen sus numerosos amigos a quien se ha caracterizado por elaborar dulce y quesos de nuez que vende en diversas poblaciones del estado de Durango. «Lo primero es que debemos preservar los recursos naturales, después organizarnos y luego aplicarnos en la oferta de servicios que podemos ofrecer al turismo. Se puede hacer mucho, la cuestión es empezar», comenta.

Por lo pronto, los atardeceres de Nazas en invierno son majestuosos, con ese tono rojizo que tienen los sabinos y que se acentúa con la caída del Sol, y propicios para entablar una larga charla con los amigos del 10 de Abril, un ejido que también tiene lo suyo en cuanto a bellezas naturales, pero del que podremos escribir más adelante.

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